No recuerdo mi vida sin la gimnasia, siempre he hecho gimnasia, pero sí recuerdo mi vida sin tí, Fillo.
Era una niña con una pasión, sabía que era lo mío y hacía gimnasia en casa, en los columpios y en el gimnasio, pero siempre estaba callada, siempre tímida y siempre que podía… a escondidas, sin que nadie me viera.
Pero con 7 años me llevaron a un gimnasio nuevo, uno de mayores, de gimnastas de verdad y donde se hacía gimnasia en serio.
En ese nuevo gimnasio también intentaba pasar desapercibida, pero no podía, me costaba mucho que no me vieran… no me gustaba que me vieran!.
Pero los entrenadores que había allí (Almu, Luci y tú, Fillo) me decían que lo que hacía era bonito, que estaba bien…
Yo siempre era la última de la fila y siempre me dabas tus vitaminas, y lo que no sabes es que las vitaminas que necesitaba eras tú, Fillo.
Me fuiste convirtiendo en una gimnasta, en una niña segura de mi misma. También tengo muchos recuerdos y anécdotas, como cuando en un cto, a Sonia y a mi nos trajiste quesitos a la habitación a escondidas, mirando por el pasillo que no te viera nadie, con carilla de miedo por si aparecía Almu por alli.
Me demostraste que tú, la persona a quien más admiraba, confiaba en mí.
Me enseñaste que las lesiones se superan, que todo lo malo te hace más fuerte y que todo, todo, te enseña algo bueno.
Me transformaste en una mujer que se siente capaz de todo.
Quien soy, como soy, y lo que soy, es un reflejo de lo que aprendí de tí.
Nunca me enseñaste a hacer gimnasia, me enseñaste a vivir haciéndola, a sentirla.