Querido Fillo…

En el cole cuando era pequeña me preguntaban  qué quería ser de mayor, y yo siempre respondía que quería ser FELIZ… ¿Qué iba a saber un mico de 4 años lo que era la felicidad? No sé si en ese momento lo sabía, pero que lo era… lo era! Mi máxima felicidad era ir al gimnasio a hablar contigo, con Almu, con Luci y Eva… os contaba mi vida, la de mi familia, mis amigos… todo me valía… Hasta el día  que mi madre me dijo que basta de hablar y a entrenar un poquito. En ese momento mi felicidad aumentó, descubrí un deporte el cual, a día de hoy, no he dejado de querer y de sentir. En ese momento me convertí en “repollito”, un repollo que, entrenar no sé… pero me lo pasaba como la mejor!

Me acogisteis en el gimnasio, en vuestra casa, en el chalet… como olvidar mis negociaciones con Gonzalo y mi madre para quedarme a dormir en el chalet… total… yo siempre llevabas braguitas limpias escondidas y mi hermana siempre podía dejarme un maillot!

No he llegado a unos Juegos Olímpicos, pero no ha sido necesario… me habéis enseñado valores, disciplina, amor por el deporte y amor por las personas… por vosotros, por ti. He tenido una infancia mejor que cualquier otro niño haya podido tener y SIEMPRE habéis confiado en mí.

Siempre le decías a mis padres, que mi amor propio no lo tenía cualquiera… gracias! Gracias por darme esa confianza que muchas veces en mi vida me ha faltado.

Me faltan años, tiempo y dinero para agradecerte todo lo que has hecho, por lo que fuiste, lo que eres y lo que seguro seguirás siendo.

Nadie dijo que fuera fácil, pero rendirse no es una opción… Nos has enseñado que caer está permitido, pero que levantarse es una obligación.

GRACIAS POR TODO FILLO.

Sara Moro